La fascinación de Cesc por la escritura le llevaba a plasmar, en verso o en prosa, gran parte del sus pensamientos cotidianos. Cuando la inspiración le acosaba cualquier trozo de papel y cualquier lugar, una estación o un bar, era bueno para dejar en él una pequeña parte de sí mismo. Posteriormente, su rigor y su perfeccionismo, le hacían revisar y corregir, una vez y otra, incluso durante años,  sus esbozos hasta encontrar las palabras exactas. A veces, no obstante, he optado por seleccionar el manuscrito original, el primero, por ser el más fiel a su pensamiento.

La melodía que acompaña este sitio web corresponde al Adaggio de la 5ª Sinfonía del autor Gustav Mahler, más conocida por haber sido la banda sonora del film "Muerte en Venecia". Este es el disco que Cesc dejó puesto en su equipo de música antes de morir.

La mar, su eterna musa, resultó ser finalmente su verdugo. Segándole la vida interrumpió también una carrera literaria que, con la maduración adecuada, habría llegado a ser brillante.

La muerte accidental de alguien tan joven como Cesc siempre comporta una inevitable mitificación y su caso no ha sido una excepción. Todos los que pudimos compartir con él algunos instantes de su corta vida siempre lo tendremos como un hermano, un amigo, un vecino, un alumno, un compañero, un amante, un profesor, un poeta o, simplemente, un ser humano inmejorable.

Los años han pasado y el tiempo ha blanqueado nuestros cabellos. Todos los que le quisimos hemos tenido que aprender a vivir acostumbrándonos a su ausencia pero su gentileza y su carismática figura permanecerán siempre jóvenes en nuestro recuerdo.

                                                          
                                                                               
  .......................................................................................................................... Montse Avellaneda Ribas (Terrassa, agosto 2007)